Viajar…viajar…viajar…
Sinceramente,
había escuchado que durante el Erasmus se viajaba, pero no sospechaba que lo
haría tanto y tan requetebién!
Sigo
redondeando los lugares visitados con mi rotu rojo, y la verdad es que ya hay
un número considerable (¡Y lo que queda!)
Supongo que
el cuatrimestre que viene lo dedicaremos ya a explorar el resto de Europa (con
esos vuelos a cincuenta céntimos que todo el mundo menos yo encuentra), que Polonia
ya nos la conocemos mejor que nuestros países de origen (lo peor es que puede
que sea cierto) y nos hemos tragado ya unas cuantas horillas de trenecillo harrypotteresco. En serio, en cualquier
momento me espero ver llegar a una lechuza y posarse en mi escoba. Tres horas
de viaje me parecen ya un paseete para ir a comprar el pan. Ayuda también poder
viajar unos 300km por menos de 6 euretes.
Si no me he
enterado mal, me da que a principios de diciembre visitaremos también Cracovia. Faltará Wrocław (que se
pronuncia como un ladrido de perro) y ya habremos hecho el tour de las ciudades
polacas imprescindibles. (Bueeno,
vaale, también Szczecin, Lublin, Łódź…)
En fin, pero
ahora toca dar un poquete de envidia con los viajes pasados que no he comentado
por aquí: Poznań, Gdańsk y Praga
(Praga la de la República Checa, no mi-barrio-preferido-de-Varsovia-al-que-siempre-intento-convencer-a-la-gente-de-ir).
Cada ciudad
ha tenido su aquél, tanto por lo preciosas que son las ciudades por estas
tierras (casas de colores everywhere…callejuelas
con encanto…anticuarios…) como por la compañía, como no!
De Poznań, me quedo con su plaza colorida:
Gdańsk y Sopot, me dejaron encandilada.
No sabía que
echaría tantísimo de menos la playa, pero cuando llegamos a orillas del
báltico, con esa agua plateada y repleta de gaviotas casi me da una saturación extática! Qué preciosidad… Faltó poder comer
un buen pescadito y hubiera sido redondo. Pero no, que parece que en este país
el pescado no se estila, ni siquiera en pueblos costeros. Gran misterio.
La ciudad de Gdańsk es bonita mires donde
mires. La mejor calle, la calle Mariacka, estrechita, llena de
barecillos, puestecillos, escaleras para subir a las casas góticas y desagües
en forma de dragón. Es también preciosa
la plaza del ayuntamiento, que, atravesando un portal, desemboca en el
río. Reconozco que no vi ni la grúa ni el molino, e igual también nos dejamos
otras cosillas, pero nos llevamos una anecdotilla: que un gorila de discoteca
polaco nos dijera que como volviéramos a intentar engañarle para entrar, nos echaba
de Polonia para siempre jamás.
El viaje a Praga ha sido inmejorable.
Pasamos de ver La Bohème en la Ópera
Nacional a tomar unas cervezas checas en un pub costrosillo de los que a mí me
gustan.
La ópera, muy recomendable, eso sí, hay que
leer el libreto antes de entrar y respirar de alivio cuando los subtítulos
están también en inglés. Que sí, que el italiano se parecerá al castellano,
pero cantado es incomprensible.
De Praga me encantaron sus edificios Art Nouveau,
todo con dorados, florituras, letras
engalanadas… Me recordó mucho a una
exposición que vi en Valencia y a un artista en particular, Alfons Mucha. Luego resultó que es checo el hombre, y en
todas y cada una de las tiendecitas de turisteo (eso es lo único malo de Praga,
está plagada de tiendas de souvenirs y turistas) puedes encontrar desde
postales hasta dedales con sus dibujos, cajitas… Mira que me gustan sus
carteles, pero acabé tan saturada que lo único que compré fue una postal (pero
bien bonita oiga!).
Comer, se come bien y a precio respetable (no
llega a los 2 euros de Varsovia, pero se acerca). El goulash está de muerte, y más si lo sirven metido en
pan. Venden también unos rollos de dulce requetebuenos. (Sí, comí cual cerda).
Lo malo fue que la mayoría de museos estaban
cerrados por obras (fue una visita culturetilla), pero eso nos llevó hasta el Rudolfinum,
en el que había una exposición hiperrealista pa’ flipar.
Recomendaría también
el barrio judío y los anticuarios. Encuentras desde trombones hasta pipas de
mil formas, acordeones y cajitas de latón… (No olvides darle cuerda a tu
relojillo, A. ¡!)
Y ahora, pues de vuelta a mi Varsovieta
querida.
Hoy después de dos meses, al fin tengo el
cuarto para mi sola. He aprovechado para poner la música a todo volumen y
bailonguear un poquito. Ay intimidad, como te echo de menos…
Pero bueno, también me dan mis momentos de
risa tonta, con el ultrapedo atómico que se tiró aquí mi compi anoche, que lo
escuché hasta a través de los auriculares. P. y M. pueden dar fe de mi ataque
de risa.
En unos días vendrán mis superprimix A. y T.
así que voy a seguir haciendo listas de cosas que visitar…
Pd. De momento, parece que este miércoles sí
que sí, vamos de pubs psicodélicos underground por Praga. Ou yeah!
(Zenquiu P. , no sé qué haría sin tu emprendedurismo)
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