Desde luego, si alguien quería que cogiéramos un
trauma a aviones y aeropuertos…lo intentó pero bien! Porque empezar el viaje
con un aviso de bomba y correspondiente desalojo (hombres encapuchados y
armados incluidos) y acabarlo con un
despegue fallido y olor a gasolina quemada… es un pelín, pelín, psicótico.
Pero bueno, sobrevivimos, aunque por si acaso teníamos mensajes de
despedida para nuestros seres queridos (nos faltaba perfeccionar la técnica
para que los encontraran intactos tras un accidente aéreo…)
Sinceramente, el viaje a Estocolmo fue como una montaña rusa: lo mismo parecía que nos había
mirado un tuerto, que al minuto siguiente nos caía dinero del cielo. Sí, esto
último literal…nos cayeron monedas (coronas suecas) del aire.
La temperatura, pues variadita: un poquito de lluvia y fresquete por
aquí, y solazo y cielo azul por allá. Estuvo bien poder ver las dos caras de la
ciudad: una más real y que se acerca más a la realidad -grisecilla y congelada-
y la otra de lo más idílica -todo colorido, con sus barquitos de cuento, su mar
en calma, su gente paseando de aquí allá…
Tuvimos también nuestros momentos a lo película americana…cuando a la loca de Z. (lo siento, pero con esa
inicial es complicadillo mantener el anonimato!) le dieron 30 minutos para
sacar todas sus cosas de casa de su anfitrión o se las echaba por la ventana.
Cuando llegamos, estaba todo en la puerta… nos hubiera faltado la escena de
romper platos contra la pared y ya teníamos la telenovela montada. (hay que
decir en favor de Z. que el susodicho sueco reaccionó más que exageradamente…)
Pero que nadie se asuste, que excepto esa anécdota
y alguna más que iré comentando, el viaje fue la mar de placentero e
interesante:
De Estocolmo, yo me quedo con las vistas que hay desde cada rincón de
la ciudad (que esté formada por 14 islas rodeadas por mar, ayuda) y con los atardeceres en el mar báltico.
Cada una de las islas, tiene algo particular:
Gamla Stan es
el Stare miasto versión sueca, también con casitas de colores, callejuelillas
estrechas, cafeterías, iglesias,… Muy bonito (aunque quitando unos cuantos
turistas estaría mejor), y digno de probar allí el chocolate en el Café Chokladkoppen, de la placita Stortorget.
Esa isla tiene dos islas pegaditas, con el parlamento en una y la Riddarholmskyrkan
(Iglesia de Riddarholmen) en
otra. En esa segunda el atardecer se ve la mar de bien.
La isla
Södermalm es el paraíso de los hipsters y del postureo. Me pregunto si les
pagan para ir tan, pero tan esmeradamente vestidos, paseando de arriba abajo
por la calle Götgatan… Ese barrio está
lleno de tiendas vintage (reconozco que me gustaron), cafeterías modernuquis,
tiendas bio… Muy cool y muy ofensivamente caro todo, pero digno de ver, eso sí.
En esa isla hay una pasarela muy alta, desde la que se ven unas vistas
preciosas de la zona vieja (Ah, y gratis subir!). Tiene también un puestecito muy concurrido (Nystekt
Strömming al que van autóctonos también) en el que preparan Strömmingsrullar , un rollo con puré de
patatas y pescadito frito. Y sí, yo que
no soy muy de comidas marineras y demás, puedo decir que estaba más que bueno!
Comimos
también en Saluhall, un mercadito a
lo Boquería de Barcelona, la típica bolinga de carne con puré de patatas y
arándanos. Como las de Ikea, pero en grande (y supongo que sin carne de caballo
infiltrada). El sitio tiene mucho encanto, y también el barrio , que es el
barrio upper class de la ciudad: Östermalm.
Eso sí, el agua, gratis, que son muy sanos.
Por esa zona vimos también el
edificio de un antiguo banco, (el Kreditbanken) en el que hubo un atraco con
rehenes y de donde viene el conocido síndrome
de Estocolmo: los secuestradores acabaron invitando a su boda a los
secuestrados.
Subimos a una colina, muy
Moonrise Kingdom, y paseamos cerca de los barcos varados. Algunos barcos son
muy hippy-pijos, con sus alfombras, sus muebles concienzudamente destartalados,
sus hamacas… ¡Pero y lo chulos que son!
Una de las curiosidades de la ciudad, es la cantidad
de padres (padres hombre) jovenzuelos que van paseando por la calle empujando
carritos de bebé. Latte pappas, los
llaman. ¿Y por qué? Pues porque los subsidios y permisos por
maternidad/paternidad en Suecia son dignos de ese nombre: ambos padres tienen
un tiempo de permiso que se dividen, sin perder el puesto, hasta las 96
semanas! Además reciben What did you
expect, this is Sweden! , como decía C. cada vez que nos asombrábamos de
alguna medida social/muestra de buena educación o civismo…
Pues sí, son seres
superiores. Y no son tontos tampoco, ¡Menuda cantidad de carritos de
gemelos…trillizos e incluso cuatrillizos! Nos preguntábamos si la gente recurre
a la inseminación artificial para tener más niños y recibir más dinero…porque
tal cantidad de partos múltiples, no es normal!
Pues eso, que los hijos, a
tenerlos en Suecia.
Ahora bien, miedete dan las venganzas suecas… Que
entre el loco que echó a Z. y una mujer que dejó el coche al lado de otro que
le había robado el sitio (para que no pudiera salir), descubrimos que lo de Millenium tiene algo de base real…
(tanto frío no puede ser bueno: a los suecos les da por la venganza cruel… a
los polacos por el algo menos sutil método del mamporrazo limpio… )
Y más cosas típicas de
Suecia, aparte de Ikea (es cierto
que aquí todos,todos,todos, los muebles son de ahí) están los Hym (puede haber perfectamente 8 o 9 en
una misma calle) y los coches Volvo que tanto gustan a L.
Vimos también el edificio en
el que se entregan los premios nobel, la cafetería donde se descubrió a Greta Garbo, la Ópera de Estocolmo, donde asesinaron al rey Gustavo III (Va, sí,
para qué negarlo, anecdotuchas turisteras, pero tienen su gracia).
Mención aparte merece nuestro episodio pardillo en el
metro. Habíamos leído que las
estaciones eran preciosas, con techos pintados, casi igualando la capilla
Sixtina. Pues bien, confiamos en el señor C. para que buscara el top 10 de las
estaciones. Ni corto ni perezoso, pues buscó Arte Moderno en estaciones de
metro ….y acabamos llegando a la estación de mordor, para ver una mierda de
floripondias. Me da que la chufla le perseguirá hasta el fin de sus días…
(por cierto, al final
conseguimos ver dos estaciones de las-que-merecen-la-pena…se nos acabó el
billete de 5 euros una hora…).
Pero bueno, pudimos compensar con el museo Fotografiska: para mi, de lo mejor de
la ciudad. Además, coincidió con una exposición retrospectiva de uno de mis
fotógrafos de referencia(¡Y para quién no!), Henri Cartier-Bresson. Una delicia cada una de sus fotos y cada uno
de sus instantes decisivos. Me
recordó que entre uno de mis sueños de futuro está el de ser fotorreportera y
viajar por el mundo escribiendo y haciendo fotos. También me dieron ganas locas
de pasar todas mis fotos al blanco y negro…
La segunda exposición, era de
Ruud Van Empel: increíbles sus
collages con fotos. Consigue un resultado increíble y una mezcla entre realidad
y ficción.
La tercera, era de una
fotógrafa sueca, Anna Clarén: estuvo
bien ver fotos de paisajes suecos, muchos lagos, árboles y ambientes etéreos. Muy
Amantes del Círculo Polar.
Como fin de viaje, tomamos un cafetuelo en Kulturhuset , la principal plaza de la
zona más moderna de la ciudad y para no perder la tradición, paseíllo por Drottninggatan (nos la recorrimos unas
veinte veces…)
Y ya paro de dar envidia. (;
En el próximo episodio:
Budapest ¡!
¡Hasta pronto!
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