Ea… de nuevo en
nuestra querida y primaveral Varsovia, con 0º y copos de nieve grandes
como canicas! La verdad, no sé qué clase de broma nos están gastando, pero
estar a 4 de abril con este tiempo, resulta raro hasta para los polacos! Qué primavera es esta con todas las calles
saturadas por capas y capas de nieve?
Nosotras, que a nuestra vuelta de Austria esperábamos encontrarnos con
una ciudad florida, de pájaros cantarines y parques a los que salir a leer…
Pues ale, toma cielo gris!
Al abrir los ojos en el autobús de vuelta desde Bratislava (casi 12
horitas con el culo encajado en un asiento minúsculo) casi me da un patatús al
ver el cielo más encapotado que en Mordor (sí, últimamente tengo bastantes
venazos frikis).
Pero bueno, unos días más y tendremos primavera de verdad (eso
espero…aunque tampoco estaría mal celebrar mi cumpleaños con nieve!).
Meteorología aparte, hemos vuelto a Varsovia con
un buenrrollis increíble. Y es que, Viena y Bratislava,
rebosan magnificencia y belleza. Y entre lo increíble de las ciudades y nuestro
buen humor (sí, de niños de 7 años, pero humor a fin de cuentas) ha sido un
viaje muy muy agradable. ¡Ah! ¡Y qué decir de nuestros anfitriones! P. y L. nos
acogieron en su minipisín de soltero, en el que nos acabamos sintiendo como en
casa. Ocupamos todo el suelo Además, nos enseñaron cada rinconcito de la ciudad,
cada vista, cada palacio, cada restaurante… Danke schön!
Ya desde nuestra llegada (a las 6 de la mañana) y
tras un desayuno reponedor, nos lanzamos a la calle a suministrarnos un buen
placer visual! No sabría con qué quedarme, el centro es una concentración de
edificios monumentales que no había visto nunca: la iglesia barroca Karlskirche, el Palacio de
Schönbrunn (el Versalles vienés), el
Palacio Belvedere, el Palacio Imperial de Hofburg (sí, por
palacios no será), el Parlamento (donde no pude resistir la tentación de
hacerme una foto con mi bienamada Vienna
Convention) , el Wiener Rathaus
(ya le gustaría a Rita un Ayuntamiento
como ese…)…
Uno
de los lugares en el que casi explotamos de deleite, fue la Stephansplatz,
con su catedral, sus moñi-casitas de colores pastel y
el monigote de falla dorado. Demasié p’al body.
También son dignas de ver las
casas diseñadas por Hundertwasser: colorines, formas sinuosas ,mosaicos y asimetrías…todo lo que siempre he
querido para mi casa de ensueño, vaya. No se puede ver por dentro, es una pena,
pero se entiende que los que viven ahí no quieran tener pululando a cientos de
turistas por su cuarto de baño…(por cierto, he visto fotos en internet, y son
la bomba)
La feria, Wurstelprater,
tiene también su gracia: es
totalmente una de esas ferias que salen en las películas, con sus tiovivos y
sus montañas rusas. Nada que ver con las cutre-pseudo ferias que montan en
Valencia, esta tiene estilo.
Y en cuanto a museos, la
oferta es de lo más variopinta y extensa: desde la típica visita del palacio de
Sisí, hasta exposiciones sobre el nazismo, visita a la casa de Freud, museo de
etnología… Hay un barrio, el Museumsquartier, consagrado al arte moderno.
Eso sí, si no te gusta Klimt,
prepárate para una sobresaturación de estampados de “El beso” por doquier. En
mi caso, fue todo un placer, porque me alucinan sus obras, pero reconozco que
abusan un poquito del reclamo que supone. Ahora bien, ver en directo sus
pinturas doradas y repletas de minúsculos detallitos, fue toda una exaltación.
Para los amantes del Modernismo (o Art Nouveau), hay muy muy buena oferta de artistas, obras y
edificios por ver por allí.
Otro de los Top
10 de Viena, es la Princesa Sisí. Al
llegar, la pobre pani A. tuvo buena dosis de burlas y chuflas por ser tan moñis
de haber visto el museo de Sisí, pero luego fuimos descubriendo las verdadera
cara de la princesa, y no es tan Barbie como
se suele creer.
En realidad, aquí la señorina era cocainómana, adúltera, maleducada y
obsesa…una joyita.
A partir de ese momento no faltaron las bromas sobre la princesa.
Monumento a la liberación rusa (especialmente dedicado a pani C.) |
Comimos también
los típicos Wiener Schnitzel con
patatas y perritos calientes con Bratwurst y Käsekrainer (¡Sí,
que viva el colesterol!).
Nos encantó un restaurante
pakistaní, Der Wiener Deewan, que está
justo al lado de Schottentor . Comes toooodo lo que quieras (en nuestro caso,
toneladas) y pagas también lo que consideras. A ver, la tentación tacañosa
existe, pero resulta tan fácil irse sin pagar y la comida y el ambiente son tan
buenos…que irse sin pagar es ser una sucia rata. Pero comparado con los precios
vieneses (más europeos que los precios polacos) acaba siendo baratete. El grandísimo descubrimiento, fue el postre
paquistaní Sooji halwa (también conocido como “¡ Joooder menudo montón de mierdaaa!”). No comimos más porque el
estómago tiene límites físicos…
Una tarde, nos encontramos con nuestra pani T. que por grata casualidad, andaba por aquellos lares de romantizne viaje, en un cafetillo muy agradable, con libros para leer y vinilos. Muy bohemio. Bebimos un decepcionante chocolate vienés (que no mientan, ese aguachurri no puede ser su especialidad)
Y más o menos eso
es lo que hicimos en Viena. Eso, y saltarnos todos los semáforos posibles (como
en Varsovia ponen multacas y aquí no, a infringir la ley como locos, ale!) y
colarnos en el metro (son tan cándidos que ponen en una página web las líneas y
horas en las que viajan revisores). Somos unas incivilizadas (por esto, y por
otras cosas que mejor no cuento por mantener nuestra honra intacta).
Maletoncias en el castillo de Bratislava |
¡Y qué mejor que subirse al primer tranvía que se nos pusiera por
delante nada más llegar a una ciudad desconocida!
Después de dos minutos de locura colectiva, decidimos poner los pies
en la tierra y mirar un mapa, más que nada, por no llegar a los confines de
Bratislava y descubrir por qué L. nos dijo que solía llevar un spray
antivioladores en el bolso…
Finalmente, con algo de intuición y buena suerte, llegamos al centro
de la ciudad. Eso si, con las maletas a cuestas, que con la emoción, no
pensamos en dejarlas en una taquilla, pa’
qué!
Y nuestras maletas y nosotras visitamos la ciudad que-es-muy-pequeña-y-muy-fea-y-se-ve-en-una-hora. Pues a nosotras, igual por llevar la
contraria, nos encantó!
Hicimos un ascenso al castillo que ni los sherpas del Everest, pertrechadas con los maletones.
Vistas preciosas de la ciudad y el Danubio (Azul).
Las calles y plazas son muy bonitas, es recogidito, pero mono.
La ópera de Varsovia |
Y luego, vuelta a casa en Polskibus. Creo que
merece la pena, cuando se viajan tantas horas, coger un tren en vez de bus: las
posibilidades de plegarse para dormir son mejores en los trenes polacos, lo
malo, los revisores que te van despertando a voz de trueno cada dos horas…
Vuelta a la vidilla varsoviana, a las clases
(aunque algunas se olviden…), al gimnasio (hoy, el profesor hacía tales
piruetas que parecía un chiste, y hemos desertado), a nuestros culturetismos…
Como nuestra
incursión a la ópera de la semana pasada… tres mujerzuelas bien arregladitas
(vestidos de seda incluidos) pero con unas maneras de verduleras dignas de
ver... La obra, Turandot, es muy interesante (aunque recomiendo leer el libreto
antes de la obra y no a trozos durante los descansos), aunque el final es un
culo.
Y con este vocabulario de altos
vuelos, me despido, que esta cocina huele a gas tóxico y me gustaría preservar
mi integridad física.
Contaré más
cosas…que muchas aventuras se avecinan este mes viajero!
Biquiños!
Pd.
FELICIDADES VALERITAAAAAAAAAAAA ¡!
Desde Viena P. y L. os comunican que fue un placer teneros en nuestro pisito. Espero que el tiempo haya mejorado, cuídame a Cintinha. Muchos besitosss :*
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