jueves, 4 de abril de 2013

Entrada namber zerti eit: Louis XIV, la Princesa Sisí, un Oso amoroso y un toro.


Ea… de nuevo en  nuestra querida y primaveral Varsovia, con 0º y copos de nieve grandes como canicas! La verdad, no sé qué clase de broma nos están gastando, pero estar a 4 de abril con este tiempo, resulta raro hasta para los polacos! Qué primavera es esta con todas las calles saturadas por capas y capas de nieve?
Nosotras, que a nuestra vuelta de Austria esperábamos encontrarnos con una ciudad florida, de pájaros cantarines y parques a los que salir a leer… Pues ale, toma cielo gris!
Al abrir los ojos en el autobús de vuelta desde Bratislava (casi 12 horitas con el culo encajado en un asiento minúsculo) casi me da un patatús al ver el cielo más encapotado que en Mordor (sí, últimamente tengo bastantes venazos frikis).
Pero bueno, unos días más y tendremos primavera de verdad (eso espero…aunque tampoco estaría mal celebrar mi cumpleaños con nieve!).

Meteorología aparte, hemos vuelto a Varsovia con un buenrrollis  increíble. Y es que, Viena y Bratislava, rebosan magnificencia y belleza. Y entre lo increíble de las ciudades y nuestro buen humor (sí, de niños de 7 años, pero humor a fin de cuentas) ha sido un viaje muy muy agradable. ¡Ah! ¡Y qué decir de nuestros anfitriones! P. y L. nos acogieron en su minipisín de soltero, en el que nos acabamos sintiendo como en casa. Ocupamos todo el suelo Además, nos enseñaron cada rinconcito de la ciudad, cada vista, cada palacio, cada restaurante… Danke schön!

Ya desde nuestra llegada (a las 6 de la mañana) y tras un desayuno reponedor, nos lanzamos a la calle a suministrarnos un buen placer visual! No sabría con qué quedarme, el centro es una concentración de edificios monumentales que no había visto nunca: la iglesia barroca Karlskirche, el Palacio de Schönbrunn (el Versalles vienés), el Palacio Belvedere, el Palacio Imperial de Hofburg (sí, por palacios no será), el Parlamento (donde no pude resistir la tentación de hacerme una foto con mi bienamada Vienna Convention) , el Wiener Rathaus (ya le gustaría a Rita un Ayuntamiento como ese…)…
Uno de los lugares en el que casi explotamos de deleite, fue la Stephansplatz, con su catedral, sus moñi-casitas de colores pastel y el monigote de falla dorado. Demasié p’al body.
También son dignas de ver las casas diseñadas por Hundertwasser: colorines, formas sinuosas ,mosaicos y asimetrías…todo lo que siempre he querido para mi casa de ensueño, vaya. No se puede ver por dentro, es una pena, pero se entiende que los que viven ahí no quieran tener pululando a cientos de turistas por su cuarto de baño…(por cierto, he visto fotos en internet, y son la bomba)
La feria, Wurstelprater, tiene también su gracia: es totalmente una de esas ferias que salen en las películas, con sus tiovivos y sus montañas rusas. Nada que ver con las cutre-pseudo ferias que montan en Valencia, esta tiene estilo.
Y en cuanto a museos, la oferta es de lo más variopinta y extensa: desde la típica visita del palacio de Sisí, hasta exposiciones sobre el nazismo, visita a la casa de Freud, museo de etnología… Hay un barrio, el Museumsquartier, consagrado al arte moderno.
Eso sí, si no te gusta Klimt, prepárate para una sobresaturación de estampados de “El beso” por doquier. En mi caso, fue todo un placer, porque me alucinan sus obras, pero reconozco que abusan un poquito del reclamo que supone. Ahora bien, ver en directo sus pinturas doradas y repletas de minúsculos detallitos, fue toda una exaltación.
Para los amantes del Modernismo (o Art Nouveau), hay muy muy buena oferta de artistas, obras y edificios por ver por allí.
                Otro de los Top 10 de Viena, es la Princesa Sisí. Al llegar, la pobre pani A. tuvo buena dosis de burlas y chuflas por ser tan moñis de haber visto el museo de Sisí, pero luego fuimos descubriendo las verdadera cara de la princesa, y no es tan Barbie como se suele creer.
En realidad, aquí la señorina era cocainómana, adúltera, maleducada y obsesa…una joyita.
A partir de ese momento no faltaron las bromas sobre la princesa.
               
Monumento a la liberación rusa
(especialmente dedicado a pani C.)
Tampoco perdimos la ocasión de comer un Sachertorte en el café del Hotel Sacher. El ambiente es muy chic, pero sinceramente el pastelito tampoco es nada del otro mundo (pero es chocolate, así que no puede estar malo). Y resulta que en ese hotel se hospedaba Justin Bieber…y aquí las panis C. y A. no perdieron ocasión de correr hacia la marabunta para no poder ver a su ídolo (aunque lo nieguen, en el fondo son unas fans locas).
                Comimos también los típicos Wiener Schnitzel con patatas y perritos calientes con Bratwurst  y Käsekrainer (¡Sí, que viva el colesterol!).
Nos encantó un restaurante pakistaní, Der Wiener Deewan, que está justo al lado de Schottentor . Comes toooodo lo que quieras (en nuestro caso, toneladas) y pagas también lo que consideras. A ver, la tentación tacañosa existe, pero resulta tan fácil irse sin pagar y la comida y el ambiente son tan buenos…que irse sin pagar es ser una sucia rata. Pero comparado con los precios vieneses (más europeos que los precios polacos) acaba siendo baratete.  El grandísimo descubrimiento, fue el postre paquistaní Sooji halwa (también conocido como ¡ Joooder menudo montón de mierdaaa!). No comimos más porque el estómago tiene límites físicos…
Una tarde, nos encontramos con nuestra pani T. que por grata casualidad, andaba por aquellos lares de romantizne viaje, en un cafetillo muy agradable, con libros para leer y vinilos. Muy bohemio. Bebimos un decepcionante chocolate vienés (que no mientan, ese aguachurri no puede ser su especialidad)
                Y más o menos eso es lo que hicimos en Viena. Eso, y saltarnos todos los semáforos posibles (como en Varsovia ponen multacas y aquí no, a infringir la ley como locos, ale!) y colarnos en el metro (son tan cándidos que ponen en una página web las líneas y horas en las que viajan revisores). Somos unas incivilizadas (por esto, y por otras cosas que mejor no cuento por mantener nuestra honra intacta).

Maletoncias en el castillo de
Bratislava
                De Viena, cogimos un autobusito a Bratislava. Sale por 7,7€ y tarda una hora y media. Es mejor eso que el tren, que cuesta 15 € porque te obligan sí o sí a pagar ida y vuelta + transporte público en Bratislava (y claro, a nosotras lo de pagar el transporte público no nos va). Después de perdernos un poco por la estación (porque está en obras, no porque seamos unas empanadas…), las señoras Sisí, Luis XIV, Oso Amoroso y Toro…subieron al bus y llegaron a Eslovaquia (la razón de los pseudónimos se debe al ramalazo de humor-de-niños-de-7-años que nos invadió).
¡Y qué mejor que subirse al primer tranvía que se nos pusiera por delante nada más llegar a una ciudad desconocida!
Después de dos minutos de locura colectiva, decidimos poner los pies en la tierra y mirar un mapa, más que nada, por no llegar a los confines de Bratislava y descubrir por qué L. nos dijo que solía llevar un spray antivioladores en el bolso…
Finalmente, con algo de intuición y buena suerte, llegamos al centro de la ciudad. Eso si, con las maletas a cuestas, que con la emoción, no pensamos en dejarlas en una taquilla, pa’ qué!
Y nuestras maletas y nosotras visitamos la ciudad que-es-muy-pequeña-y-muy-fea-y-se-ve-en-una-hora.  Pues a nosotras, igual por llevar la contraria, nos encantó!
Hicimos un ascenso al castillo que ni los sherpas del Everest, pertrechadas con los maletones.
Vistas preciosas de la ciudad y el Danubio (Azul).
Las calles y plazas son muy bonitas, es recogidito, pero mono.
La ópera de Varsovia
En uno de los principales monumentos (Michalská brána), estábamos leyendo nombres de ciudades inocentemente, cuando oigo en francés a mi espalda: “Ostras, ¿has visto qué pendiente? ¡Sí, sí, es enorme, si parece una vaca! Y patapúm, jartada gratuita al canto. Tentada estuve de responder Muuuuuu, pero mi honor herido me lo impidió.  (Este episodio va especialmente dedicado a P. , para incluirlo en nuestro libro de Catastróficas Desdichas, tomo II)
Y luego, vuelta a casa en Polskibus. Creo que merece la pena, cuando se viajan tantas horas, coger un tren en vez de bus: las posibilidades de plegarse para dormir son mejores en los trenes polacos, lo malo, los revisores que te van despertando a voz de trueno cada dos horas…

Vuelta a la vidilla varsoviana, a las clases (aunque algunas se olviden…), al gimnasio (hoy, el profesor hacía tales piruetas que parecía un chiste, y hemos desertado), a nuestros culturetismos…
Como nuestra incursión a la ópera de la semana pasada… tres mujerzuelas bien arregladitas (vestidos de seda incluidos) pero con unas maneras de verduleras dignas de ver...  La obra, Turandot, es muy interesante (aunque recomiendo leer el libreto antes de la obra y no a trozos durante los descansos), aunque el final es un culo.

                Y con este vocabulario de altos vuelos, me despido, que esta cocina huele a gas tóxico y me gustaría preservar mi integridad física.

Contaré más cosas…que muchas aventuras se avecinan este mes viajero!

Biquiños!

Pd. FELICIDADES VALERITAAAAAAAAAAAA ¡!

1 comentario:

  1. Desde Viena P. y L. os comunican que fue un placer teneros en nuestro pisito. Espero que el tiempo haya mejorado, cuídame a Cintinha. Muchos besitosss :*

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